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Escuchad la txülüla de Ximun Accoceberry Escuchad la txülüla de Ximun Accoceberry
Ximun se durñió contento, aquella noche,
aunque los hombres con corbatas almidonadas
le habían dicho “ aquí te llamaremos Simon.”
El puesto era para él, la ciudad lo esperaba, y el despacho lacado,
y la tarjeta bancaria.
Y entonces llegó el sueño. Vio los ojos de las ovejas
buscando su sombra. Vio los
colmillos ciegos rompiendo las carnes.
Vio la zarza que cortaba el camino,
y el camino que se hacía torrente.
Vio a los pastores llegados a la planicie en primavera
y que se tropezaban con las vallas que se habían tenido que poner.
Vio las ramas que se caían
y que pudrían el suelo.
Vio la mirada del caballo perdido
y el caballo habló, Oh sin reproches no,
simplemente ¿“por qué no me mataste
antes de irte?”
Entonces Ximun, en la madrugada, se fue por el camino de los veraneros,
y limpió la cuneta, y podó la maleza.
Lejos, lejos,
lejos más allá de la ciudad
y de las corbatas almidonadas.
Y el verano siguiente, cuando vió una de las corbatas
en el camino de Santiago de Compostela,
con su mochila nueva,
le sonrió.
Amablemente.
(Anónimo)